martes, 24 de junio de 2014

BUTES

EL APICULTOR
Butes. Peter Gevisser
Butes es un hijo de Teleonte y Zeuxipe, hija del dios-río Erídano. Durante la expedición de los Argonautas es el único que cede al canto de las sirenas en el viaje de regreso. Pero finalmente es salvado por la intervención de la diosa Afrodita, y conducido a salvo hasta Sicilia, donde además se acuesta con la propia diosa, y tienen un hijo llamado Érice.

Apolonio de Rodas da dos datos interesantes sobre Butes: el primero, su procedencia, la tierra Cecropia, osea la patria de Cécrope, Atenas; y la segunda, el adjetivo belicoso que le aplica, por contraposición a los héroes pacíficos como Orfeo o Asclepio; Butes es por tanto, un guerrero.

"Tras ellos llegó de la tierra Cecropia el belicoso Butes, hijo del digno Teleonte".

Valerio Flaco sin embargo nos presenta un personaje diferente, un rico apicultor ateniense, cuya vida son las abejas que se nutren de las flores del monte Himeto próximo a la capital griega. 

"Próximo a éste, desde las riberas del Ática, el rico Bates, pues encierra abejas sin número y soberbio oscurece el día con una gran nube cuando abre las celdas llenas de néctar y las deja volar al florido Himeto". 

Robert Graves recoge la idea del ateniense apicultor, y en su magnífica novela lo retrata como un colmenero algo pesado que sólo piensa en sus abejas. Su manera de entrar en el Argos es también un tanto peculiar, y forma parte del tandem que el pequeño y astuto Anceo establece para ganar las pruebas de lucha.

"Falero el arquero y Butes el colmenero eran todo lo astutos que se puede esperar de un ateniense: sabían que su mejor oportunidad de ser elegidos era simular una gran lucha, intercambiando golpes ruidosos pero inofensivos, y confiando que su reputación como boxeadores mantendría alejados a los demás. Un joven de la Arcadia, que tenía inquina contra Atenas, intentó convertir la lucha en pelea de tres, pero Falero golpeó con la rodilla la ingle del arcadio, y éste cayó al suelo gimiendo.

Al oír la invitación de Anceo, los atenienses dejaron caer los puños y los tres corrieron juntos al otro extremo de la sala donde tres de los combaientes estaban intentando hacer caer al cuarto. Anceo se agachó detrás de las rodillas de uno de ellos, un micenio, a quien Butes cogió del pelo y tiró hacia atrás. Cuando el micenio se tambaleó y cayó, Falero le asestó un puñetazo en mitad del pecho. Este truco lo repitieron con uno de la pareja que quedaba, ambos cadmeos de Tebas; y al que quedó lo agarraron entre todos y lo tiraron a la calle fangosa por la puerta abierta de la sala. Así pues, Butes, Falero y el pequeño Anceo resultaron vencedores..."


El beso de la Sirena. G. Wertheimer
Sin embargo Butes es conocido sobre todo por el episodio de las sirenas. Cuando éstas, que lejos de ser mitad pez mitad mujer, son medio ave medio fémina, intentan devorar a los argonautas, son calmadas por los cánticos de Orfeo que se superponen sobre las voces de las encantadoras. Todos los marinos incorporan sus cantos a las del músico, y resisten la tentación menos Butes que se arroja al mar. Así lo cuenta Apolonio:
"Pronto avizoraron la hermosa isla Antemoesa, donde las Sirenas de voz clara, hijas de Aqueloo, asaltan con el hechizo de sus dulces cantos a cualquiera que allí se aproxime. Las dio a luz, de su amoroso encuentro con Aqueloo, la bella Terpsícore, una de las Musas, y en otros tiempos, cantando en coro, festejaban a la gloriosa hija de Deméter, cuando aún era virgen.
Pero ahora eran en su aspecto semejantes en una mitad a los pájaros y en parte a muchachas, y siempre estaban en acecho desde su atalaya de buen puerto. ¡Cuán a menudo arrebataron a muchos el dulce regreso al hogar, haciéndolos perecer devorados! Sin reparos, también para los Argonautas dejaron fluir de sus bocas el canto armonioso.
Sirena. Estatua de mármol. 370 a.C. M. A. de Atenas
A punto estuvieron allí de lanzar las amarras de suave sobre aquellas riberas, de no ser por el hijo de Eagro, Orfeo el Tracio. Tomó él en sus manos su lira Bistonia, e hizo sonar la rápida melodía de un canto de marcha ligera, para que los oídos que escuchaban zumbaran bajo el son de sus cuerdas. Y la lira dominó la voz de las doncellas. A un tiempo el Céfiro y una ola resonante que se precipitó sobre la popa los apartaron, y las sirenas lanzaron lejos su voz ya indiscernible. Pero aún así, hubo uno de los héroes, Butes, que entre sus compañeros se precipitó presuroso desde su pulido banco al mar, enardecido en su ánimo por la clara voz de las Sirenas, y nadaba entre las ondas purpúreas, para alcanzar la orilla, ¡el desgraciado! ¡Cuán pronto allí le hubieran arrebatado su regreso! Pero se compadeció de él la soberana del monte Erix, la diosa Cipris, y cuando todavía estaba entre los torbellinos del mar, lo recogió y lo puso a salvo, ofreciéndole su benevolencia para que habitara el monte Lilibeo".
Para Robert Graves en la novela "El vellocino de oro", aunque el destino de Butes es el mismo, los motivos para saltar del barco son otros, puesto que el novelista británico huye de utilizar personajes fantásticos, es sorprendente que sea un espíritu del que acabe por arrojar al héroe del Argos. Butes culpable indirecto de la muerte de Ifito, siente la presencia atormentadora de su espíritu, y se arroja al mar para huir de él.
"Butes profirió un tremendo grito y dio un gran salto por la borda para escapar de Ifito - pues los espíritus sólo se atreven a cruzar el agua salada en barco o sobre una balsa y se alejó nadando tan rápidamente como pudo, en dirección oeste. Nauplio lo llamó para que regresara, y al ver que su única respuesta era nadar más de prisa, cambió el rumbo de la nave y fue tras él. Mientras tanto, las ninfas, a quienes el incidente había divertido más que enojado, habían invocado a su diosa y una espesa bruma había envuelto inmediatamente el Argo; así pudieron continuar cantando su canción sagrada a pleno sol en la playa y los ojos entrometidos de Idas quedaron defraudados. Entonces Nauplio detuvo la nave, por temor a pasar por encima de Butes. Despertó a Medea y le contó lo que había pasado. Ella en seguida llamó a las ninfas con un cortés saludo y les pidió que rogaran a la diosa que disipase la  bruma, cosa que hizo de buen grado cuando supieron quién les hablaba.  
Perdieron a Butes, quien no volvió a poner el pie en el Argo nunca más. Pero, a pesar de esto, no se ahogó; pues unas horas más tarde lo recogió una nave que acertó a pasar junto a él, que aún nadaba, aunque estaba totalmente agotado, y lo llevó hasta Lilibeo, el promontorio más al este de Sicilia. Allí encontró una miel con unas propiedades tan maravillosas que se quedó durante el resto de su vida como huésped del colegio de ninfas del monte Erix. Ya no le tenía miedo al fantasma de Ifito, pues se había cortado el dedo índice para aplacarlo y tuvo muchos hijos distinguidos con las ninfas, por lo que bendecía el infortunio que le había hecho llegar hasta allí".
En la serie de televisión del año 2000 "Jasón y los Argonautas" Butes es interpretado por el actor sudafricano Peter Gevisser, siendo la única de este tipo en la que se incluye este personaje; aunque en la miniserie su destino es ser uno de dos argonautas devorado por las arpías.

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